
Entrar a clases de baile es de lo más retador que he hecho. La mayoría de quienes van a las clases quieren olvidar sus rutinas ajetreadas, conectar con la tranquilidad. Luego están los grupos minoritarios: los que bailan y les gusta, los que van porque la falta de baile los separó de los otros mortales, los que van en pareja y son adorables; y mi grupo, los que sufrimos de amor al bailar.
Cuando una no sabe en qué emplear su tiempo libre, se anota a un curso, y como las clases de cocina habían terminado y solo quedaban bailes de salón, pues me inscribí a esas. Por alguna razón el baile golpea fuerte a quienes llegamos con desamores acumulados, esa sensación de fracaso residual del «no se pudo hacer más por la relación» mezclada con «el amor, en realidad, no alcanza para tanto», hace abrumadoras las primeras clases. Peor, si la tusa es reciente o el final de la relación es inminente, en mi caso, llevaba soltera mucho tiempo y estaba evitando el amor constantemente.
La primer clase fue la peor. Es incomodo y doloroso ver todo claro cuando la costumbre dicta que, en asuntos de relaciones o de amor, a lo sin sentido e impráctico se le nombre «es difícil». Ese día caí en la cuenta que había vivido 29 años sin saber que caminaba mal y es que nunca le presté atención a los pasos, lo mismo con las relaciones.
Todas las clases inician caminando por el salón: postura erguida, vista al frente y un pie por ningún motivo se mete en el camino del otro. Y como bailar es caminar con música, primero debes aprender a caminar solo y bien.
Después de caminar, todos vamos frente al espejo y bailamos solos al aprender los pasos que indica la profesora. ¡Cuantas veces en esas relaciones también me hubiera venido bien mirar mis pasos en un espejo! A lo mejor hubiese sido responsable conmigo misma. Lo curioso es que en el espejo también ves los fallos y aciertos de los demás y va una conociendo quién baila bien o mal consigo mismo. ¡Ja!
Ahora toca bailar en pareja
En las clases de baile ni el más tímido se salva, o bailas o bailas con el otro, a la final todos pagamos para someternos a la incomodidad de aprender. Y pues toca.
A veces se elije por afinidades, o la profe dice: «bailen con el de su derecha en la ronda y van rotando de pareja con las manecillas del reloj». Y en la vida es así, te encanta el de tu izquierda pero el de tu derecha termina siendo tu pareja; te lo puedes gozar, o sufrir hasta que te toque el turno con el que sí quieres y te entiendes. Claro que proponer no es obligar y siempre se puede decir NO en las relaciones.
Como en ese bailar en pareja suceden muchas cosas, demasiadas, haré una pausa para ser políticamente correcta el resto del texto.
En la enseñanza del baile se establecen los roles de líder y seguidor, que se asignan respectivamente a hombre y mujer (sí, muy heteronormativo el asunto y perpetúa ideas machistas…). Como eso yo no lo inventé ni se corresponde a nuestra realidad, porque para bailar y para las relaciones da igual que sea entre dos hombres o dos mujeres, en el resto del texto diré líder y seguidor para que se entienda el tema y ustedes no me linchen.
Dicen que los cuerpos gritan
Los corazones, las mentes y genitales deben estar más cerca de lo usual que con el resto del mundo para tener una relación. Y el cuerpo manda señales a toda hora, de las buenas y de las feas. Así que luego de ir al sitio asignado por la profe, se mira al compañero con alivio o resignación y se extienden las manos en deseo de conexión, acercamos los cuerpos. Nos abrazamos.
Si el seguidor es mandón siempre pondrá su mano sobre hombro del líder como deseando que este se doblegue ante su peso, en lugar de ponerla en su espalda; si son inseguros miran al suelo toda la canción; si no te abrazan la espalda con decisión puede que los cuerpos no se comuniquen como deben y; si sientes que las manos que van juntas se aprietan demasiado, es porque quien aprieta teme que su pareja lo suelte o le encanta el control al bailar.
Antes de bailar la primer canción aprendí que toca poner al cuerpo en el centro de las relaciones y no solo del sexo. Un cuerpo presente es la mitad de la comunicación en pareja.
Moverse con la música
Al comienzo de la canción, la relación en sí, hay un momento muy corto que se llama balanceo de peso, son segundos muy bellos en el que ambos, a menos que estén viendo al suelo, se pueden mirar a los ojos, escuchar el ritmo y sincronizar sus cuerpos para empezar a bailar. Lo mejor de esto es que no importa cuál sea el baile, si se pierde la sincronía regresas al balanceo de peso y continúas. No hay pierde.
El líder es quien inicia el baile. Un paso de él corresponde a un paso del seguidor. Esto es muy claro: pa bailar en pareja se necesitan dos. No debe haber ninguna señal de él que se quede sin respuesta y viceversa. En el baile el ghosteo se ve fatal.
¿Bailas, bailo… o brillamos baldosa?
Los desequilibrios en el baile se notan y mucho. Todo queda expuesto. Lo ideal, dice la profe, es que ambos brillen, ese es el objetivo de bailar: yo hago mi parte, tú haces la tuya: bailamos espectacular y brillamos baldosa. Bailamos juntos para gozar. Eso no sucede siempre en el baile y menos en las relaciones. ¿Recuerdan que el grupo mayoritario baila para desestresarse? Si con su pareja se dan mala vida, ¿para qué siguen ahí?
El seguidor mandón irá a toda velocidad, fuera de ritmo y queriendo hacer el trabajo del líder y el suyo propio, seguro que también le reclama a su pareja por no estar gozándose la bailada.
Si el líder o seguidor mira siempre al suelo dejará por fuera del baile a su pareja porque serán mundos apartes y no conectarán, además, chocarán con los demás en la pista. Mientras que el líder temeroso o controlador se enfurece de que su seguidor no le siga el paso cuando es él quién no espera y le invade su espacio.
Y el que no te sujeta con decisión te puede dejar caer en cualquier giro, pirueta o adorno. Básicamente estás sin respaldo, te deja ir sin más porque te quedas fuera de su alcance en un descuido.
Lo mejor de todo es que el baile no permite engaños, es un constante y directo «¡amiga, date cuenta!». Si piensas que son la mejor pareja de la pista cuando sabes que van fatal, esos humos te los bajan tus compañeros o la profe. Porque si vas cegado de amor o abanderas el «estamos juntos para toda la vida y es un deber soportar» o «seguro con un poco de amor cambia», tu familia, amigos y hasta conocidos lo notan todo.
Desde que lo entendí, defiendo que al enamorado se le debe llevar a la casa desde el día 1, no a los seis meses o cuando ya estemos a nada de casarnos. Urge que nuestros seres amados lo examinen atentamente y avisen a tiempo de las vainas raras que le noten. Mejor un dolor hoy que con 3 hijos de por medio.
Nunca te adelantes
Esto es que el líder esté atento al entorno y mirando a su pareja para tenerla siempre en mente; que el seguidor, por su parte, esté atento a su pareja para responderle cuando haya pensado y proponga el paso más adecuado para el espacio que tienen y el ritmo al que van.
Y en esto del ritmo el seguidor sí que lleva ventaja, porque tal vez no ve todo el lugar por la estatura o postura de baile, pero sí que puede escuchar la música y puede también decirle al líder si van muy bien o fuera de ritmo. Los silencios y vacíos hacen parte del baile. Si te adelantas o crees que esto es coreografía, no habrá lugar para lo maravilloso, para la novedad, y ambos dirán: «siempre que bailamos son 3 pasos adelante, 20 a un lado, un giro y una levantada de pierna». Así, mejor ni bailar.
¿Y los prohibidos pa cuándo?
Es gracioso, pero los pasos prohibidos los tenemos incluso con las parejas con las que ni éramos tan pareja. De alguna manera y en cierto punto, encontramos la manera adecuada de comunicarnos e improvisar alegremente durante lo que restaba de canción. Los prohibidos resultan ser esos momentos sanos, idílicos e íntimos que solo funcionaban con esa pareja y no con otra, ese sello que nos hacía nosotros.
Qué bueno que las canciones terminan
Este es el mejor momento si uno ya la ve negra con con la pareja, en algún momento saben que terminará. Ambos hasta se alegran cuando la música desacelera y merma.
Y esto que voy a decir no se estila mucho en las relaciones románticas, pero sí que debemos hacerlo: apenas termine la canción diga GRACIAS, así, en mayúsculas, porque algo aprendiste sobre vos o las relaciones. Tome a su pareja de la mano y sin importar el lugar de la pista donde hayan quedado, regresen juntos al lugar donde iniciaron, déjela allí, respire y camine en la ronda mientras empieza la siguiente canción y encuentra a su nueva pareja.
Ahora, si la pareja con la que venía le encantó, mientras cambia la música aprovechen para preguntarse si quieren seguir bailando juntos, una canción siempre es una nueva etapa; y el buen amor y las buenas relaciones siempre consienten ser evaluadas cada cierto tiempo.
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